martes, abril 17, 2007

Una conversación con la psicóloga de mierda I

Aquí tengo una prueba del porqué odié tanto a la psicóloga del San Huevito de Palermo. Escribí esta conversación según lo que recordaba.

Miércoles, 21 de julio de 2004.
¿11:00am?
Voy a contar una historia, casos de la vida real y Silvia Pinal. Ocurrió gracias a una tal Jenyfer (el nombre, según la gramática inglesa y/o americana debería ser: Jennifer) no quiero escribir el apellido porque es mejor así. Además no le guardo rencor, ni me interesa su existencia; para aclarar todo.
Resulta que yo estaba contando anécdotas sobre mi vida amorosa y sentimental, toda suelta de huesos, a una amiga mientras terminaba un dibujo que debía presentar a la profesora de arte... Artes Plásticas, por favor. Entonces mientras reía a carcajadas despreocupada de la vida y de las consecuencias de todas mis palabras, una mujer de cabellos teñidos y maltratados, de más o menos 1.55m. con la cara de muñeca pelada, pronunció mi apellido (prefiero no escribir, suena tan feo) y yo, alcé la cabeza imaginándome que sólo una persona podía llamarme: La Psicóloga. Y en mi mente me dije: "Noooooooooooo, estoy jodida". Yo me mostré ante ella y me dijo que la acompañara a... (¿Cómo se llama ese lugar?), bueno, como se llame, quería hablar conmigo. "Shit". La seguí, mientras bajábamos las escaleras, supe que la intensión de sus preguntas era para que yo me soltara más con ella y le agarrara más confianza, eso lo sé. Me preguntó con qué profesora debíamos estar, porque nosotros estábamos sin profesor, abandonados. "La profesora Sandra, dije... Sandra", ella sólo dijo ah, y luego me preguntó qué me enseñaba: "Razonamiento Matemático" respondí. Y puso un gesto de haberse acordado quién era Sandra y continuó hablándome. No la escuché, yo seguía pensando el porqué de todo eso, por qué quería hablar conmigo. Al principio pensé que era por lo que mi madre le había contado, que yo era muy rebelde y hacía lo que me daba la gana, pero después supe que ella no tenía la mínima intensión de hablar sobre eso conmigo. Llegamos al cuarto ese, todo blanco con una ventana que daba a la calle protegida por unas blancas persianas, y un pequeño estante en donde guardaba todo sobre los alumnos; en el medio había un escritorio. Me senté en uno de los dos asientos disponibles, cerca a la puerta, por si en un arranque de furia me fuera más fácil salir corriendo. Ella se sentó frente de mí, sonriendo para que yo interpretara esa sonrisa como signo de amistad, pero yo no soy así, yo interpretaba eso como si con esa sonrisa quisiera embriagarme y ebria soltar todo. Temía esa sonrisa. Ella me preguntó si sabía por qué estaba yo ahí, le dije que no. Entonces me empezó a decir que iba a buscar todo lo referente a mí en un archivador, yo molesta me quedé mirando un almanaque. Sinceramente, estuve mirando el almanaque todo el tiempo y no me acuerdo que figuras tenía o sobre qué era. Luego puso un montón de papeles sobre su escritorio y me dijo que iba a buscar. No sé cuánto tiempo estuvimos así, ella leyendo los nombres y yo aburrida esperando a que hablara de una vez sobre lo que tenía que hablar. Hasta que después de revisar todas las hojas, me dijo que no encontraba el mío y buscó en otra parte. Como no lo encontró, sacó una hoja nueva y empezó a anotar mi nombre, algunos datos que no logré identificar, y yo seguía aburrida, viendo a las chicas del Sedes... (una universidad, nombre completo es: Sedes Sapientiae, o algo así). Entonces ella, la psicóloga, empezó a hablarme.
-Quería hablarte sobre esa chica de 5° de secundaria... ¿cómo se llama...?
"Se está haciendo" pensé "Sí sabe quién es". Claro, ella me sonreía para no hacerme pensar en sus intensiones y yo también lo hacía para que ella pensara que no me daba cuenta de nada.
-... Esa bajita... ay, se me van los nombres.
-Jenyfer -dije sin expresar ninguna emoción.
-Ah, sí. Jenyfer López... así le digo.
Yo reí para no enfurecerme más. Sabía cuáles eran sus intensiones.
-Sí, qué pasó con ella -me preguntó- ¿cuéntame sobre ella?
-Ah, bueno... yo le hablé una vez y de ahí seguimos hablando como amigas, pero ella de repente me dijo algo como si quisiera que yo ya no le hablara, y pues ya no lo hice. Ahora parece que estuviese molesta conmigo o no sé.
-¿Y no sabes por qué?
-No, no sé.
-¿No le habrás hecho algo que la molestó, alguna broma o algo?
-No, no sé.
-Que me dices del mail...
-¿Mail? ¿Cuál mail?
-El que había sido enviado por tu correo, pero estaba firmado por el nombre de Fausto... era una declaración de amor.

Continuara...
(jaja)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Chesu amiga, voy a cargar con esa cruz por el resto de mi vida... oye de verdad nunca quise joderte, fui yo quien debió ser embarrado...
De veras, me siento harto culpable, quisiera morir cada vez que recuerdo eso... y es más DEBI MORIRME MEJOR... =S